El que ríe de último ríe mejor y nadie rió más alto y duro que los Tigres de Aragua, quienes le enseñaron a los Leones quienes son los reyes de la selva, mientras se lo restregaron en la cara a su fanaticada
GUILLERMO YÁBER LLANOS Cuando la rodilla de Héctor Giménez tocó la tierra cerca de la primera base en el estadio de la UCV y alzó sus brazos al cielo, sólo significó una cosa: los Tigres de Aragua se coronaban tricampeones de la LVBP.
Imaginamos que la caminata de Gregorio Petit desde la raya del jardín derecho al dugout de los Leones en el extremo opuesto por la tercera base, entre más de dos docenas de jugadores de los rayados que celebraban y se abrazaban en el medio del montículo, debió ser la más larga de su vida.
Aragua había sentenciado finalmente una intensa rivalidad con el Caracas de la mejor forma, logrando el tricampeonato, en casa de los Leones, luego de pasarles por encima en el sexto y séptimo juego de la final, en definitiva, venciendo a los melenudos, frente a su afición, en tres de los cuatro encuentros que se disputaron en el Universitario en la final.
No hay nada más que decir aparte de lo que fue obvio, los Tigres desearon, buscaron y lucharon mucho más por el campeonato que los Leones del Caracas y eso quedó claro en el sexto y séptimo juego.
Los Tigres le hicieron al Caracas exactamente lo mismo que los Leones le habían hecho a ellos en la temporada 2005-2006, ganarles a punta de garra y corazón. Tanta hostilidad dentro y fuera del terreno entre ambos equipos solamente podría tener un ganador y lo fueron los Tigres de Aragua.
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